lunes, 1 de agosto de 2011
Ojalá algún día recibas el valor que tantas veces me faltó, lo escondí entre todas esas cartas que escribía por las noches pensando en ti. Todas las palabras que debí decirte, todas, están por el suelo del salón, desperdigadas. No me olvido de tus consejos, de tus ánimos y de tu optimismo. Están congelados, en la nevera, al lado de los tranchetes de queso. Las miles de tardes, riendo, hablando, jugando al póker, tumbados junto a ese árbol que vimos crecer aquel verano, igual que el veía como crecía todo lo que nos unía. Los días de lluvia, están todos entre los cojines con los que jugábamos a lanzarnos. Nuestras canciones y tu voz, todavía resuenan entre las paredes y los besos deben respirarse todavía por toda la casa. Igual que yo te respiraba cada día, 24 veces por minuto. Minutos, segundos y horas. Cuanto tiempo pasamos siendo felices...
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